jueves, 4 de junio de 2009

martes, 22 de enero de 2008

Salomé

Estoy acostado al lado de una guapa diablesa. Siento su respiración pausada y contemplo su rostro de niña traviesa. Son las cuatro de la mañana y a lo lejos están cantando los gallos; yo también cantaré mis aventuras con esta bella. En unos minutos la despertaré y consumaré por tercera vez nuestro amor loco. La besaré desde sus cabellos hasta la punta de sus pies, le acariciaré sus muslos suaves, la amaré sin frenos ni límites. Ella tenderá sus alas de mariposa y jamás me olvidará en toda su vida.

La conocí a las doce de la noche cuando terminaba la Parada de Trajes de Luces. A esas horas, y en fiestas de esta índole, siempre hay mujeres abandonadas para recogerlas. En ocasiones anteriores tuve la suerte de llevármelas al hotel. Por eso siempre recorro los sitios donde terminan los pasacalles en busca de bailarinas desorientadas. A la semana siguiente pienso ir al Carnaval de Juliaca. Me han dicho que allá las danzarinas beben a jarras incalculables y terminan bailando marinera con sus prendas íntimas en las manos.

No tengo una novia estable, de manera que nadie se queja, nadie me molesta; hago lo que me da la gana y me acuesto con cualquier mujer sin recibir celos. Hasta ahora me he acostado con una infinidad de mujeres, tal como lo muestra mi libreta de Eros, donde registro los datos necesarios y las posturas que empleamos. A veces añado algunos detalles, como por ejemplo, la actitud de las mujeres cuando llegan al orgasmo, los gemidos de las muchachas vírgenes. (A propósito, en mi registro figuran cinco vírgenes.)

Mi objetivo es acostarme con la mayor cantidad de mujeres en toda mi vida. Nunca me casaré, porque se malograría mi plan. Parece que vine al mundo a complacer a todas las mujeres insatisfechas. Hasta ahora nadie se ha quejado. Por eso tengo razones suficientes para sentirme orgulloso.

Tengo veinte años y me llamo Orestes de la Fuente. Me gusta la gimnasia y todas las tardes acudo al Búfalo. Levanto pesas y hago otros ejercicios. Eso me permite mantenerme en forma.
Mi primera vez fue a mis quince años con mi profesora de Arte. Ahí me di cuenta de que había nacido para todas las mujeres. No desaproveches este don que Dios te ha dado, me sugirió la profesora.

Esta diablesa que está acostada a mi lado andaba sin brújula cuando le salí al paso. No tuve que cortejarla, porque la iniciativa fue suya. Estaba mareada por los efectos del trago. Sin perder tiempo vinimos a este hotel Los Girasoles. Ella recordó a su enamorado, quien la había engañado con otra chica. Págale con la misma moneda, le dije. Me miró con tristeza en los ojos. En eso me acerqué más a su lado, acaricié sus cabellos sueltos y advertí sus pechos bien formados que se asomaban de su traje de diablesa. Tengo sueño, dijo… Pasé la mano por su espalda tenue para acariciarla. Fingió rechazarme en el momento… Seguí insistiendo hasta que en un descuido suyo la besé en los labios, y poco a poco cedió terreno… Su falda de danzarina jugaba con sus muslos blandos por donde mi diestra recorría hasta explorar un capullo de rosa en primavera. Ella empezó a respirar con dificultad y a contonearse en su sitio. Tuve que ganar tiempo al tiempo. Entonces empecé a desnudarla minuto a minuto. Cuando llegó la hora nos sumergimos en la ciénaga del amor. Fue como ver la cara de la muerte en un instante.

La segunda vez que nos entregamos al placer desmedido fue por iniciativa suya. Ella me despertó y empezó con sus juegos de gata seductora. Retomé fuerzas en el acto e hicimos un viaje al infinito…

Ahora estoy escuchando cantar a los gallos. Son las cuatro y media de la mañana. En ese armario están sus trajes de diablesa, ornamentados de colores. Miro su rostro de niña y pienso que ella tomará otra vez la iniciativa. A ratos me pregunto qué estará soñando.

Cuando se marche anotaré su nombre en mi libreta de Eros. Quizá me busque en otra ocasión, quizá se enamore de mí, pero ya no me encontrará. A las otras mujeres las he olvidado en menos de una hora, sólo figuran sus nombres en mi libreta…

Esta diablesa no piensa despertar, en ese caso yo mismo tendré que despertarla, no me queda otra alternativa. Le susurraré al oído: Salomé, ¿me escuchas? Salomé…

–¡Qué carajo estás diciendo! ¿Quién es Salomé? Yo soy Miluska.

lunes, 7 de enero de 2008

Algunos comentarios

“… un joven narrador que ingresa a los predios literarios con pie firme. Son relatos que acometen contra la historia oficial; pone sobre la mesa, las relaciones de clase y poder en una sociedad que se ahoga en su propia corrupción, en todos los niveles. El joven narrador, Javier Núñez, escapa de su mundo interno y nos muestra el contexto nacional agobiado por sus problemas. (…)… la armonía y coherencia en los distintos planos: lingüístico, temático y composicional, nos mostrarán siempre valores, tradiciones, conocimientos, cultura, etc. (…) Hay también, otros aspectos que deberían destacarse. Por ejemplo, el uso de los diálogos, casi a la perfección; las evocaciones –especie de racontos–; el monólogo interior, etc., que hace, que los cuentos se hallen estructurados dentro de los paradigmas del cuento moderno (Flórez-Áybar, Jorge; en el prólogo a Espejos de bronce).

“La narrativa de Javier, está constituida por breves cuentos que en el fondo encierran un mensaje andino, una exaltación al nacionalismo, que parten de una historia hilvanada con gran imaginación que el lector recibe con un realismo natural. Son historias creadas por su imaginación de su autor a partir de hechos de la historia, de la realidad que están escondidas en la mente de su autor, pero que parten del corazón. Y no en el Mediterráneo, es una bella historia, en la que el maestro Lares, defiende su identidad nacional contra los occidentales que pretenden arrebatarle el secreto de su orgullo nacional oculto en las profundidades del Titicaca, lo que fascina a extraños que pretenden apoderarse de él” (Cáceres Monroy, Juan Luis; en la contratapa de Espejos de bronce).

“Posee una intensa motivación literaria y muestra en sus narraciones un creciente perfeccionamiento estilístico. Combina en sus argumentos temas de carácter cotidiano que trascienden hacia ámbitos fantásticos. Orienta su producción literaria hacia perspectivas narrativas poco exploradas en Puno” (Centeno, Bladimiro; en El espacio azul de los sueños).

“Los cuentos de Javier Núñez, con el título “El Amuleto del Inti” traducen ficción y realidad, donde el autor imprime un valioso ritmo narrativo en el tratamiento del paisaje y de los personajes. Más de uno contiene mensajes de reflexión y sentimiento andino, profundo amor al terruño y variada capacidad creativa” (Paniagua Núñez, José; discurso leído en la presentación del libro Espejos de bronce).

En el 2007, Delia Ventura sustenta su tesis titulada Características y valores de la narrativa de Christian Reynoso y Javier Núñez, en la Facultad de Ciencias de la Educación-UNA-Puno.

sábado, 5 de enero de 2008

La literatura puneña de Fin de Siglo (narrativa)

por Feliciano Padilla

(fragmento)

(...)

Los llamados “Narradores de fin de siglo”, contrariamente, trabajan con menos ostentación. Quizá debido a que no tienen antecedentes en las primeras décadas del siglo pasado que los animen y los obliguen a aventuras de mayor envergadura. Lamentablemente, Puno no ha sido tierra de narradores. Hay poca tradición y la que existe se restringe sólo a tres narradores de la época de iniciación: Emilio Romero Padilla, Mateo Jayka y Román Saavedra (conocido también con el seudónimo de Eustaquio Kallata), alrededor de quienes pueden agruparse los aproximadamente 40 ó 50 escritores considerados en las Antologías de José Portugal Catacora o de Samuel Frisancho Pineda, o en los estudios realizados acerca de la novela puneña por Jorge Flórez-Áybar, que aunque escribieron cuentos y novelas de respetable factura fueron obras de trascendencia local y no merecieron reconocimiento en la historia literaria nacional o extranjera, con excepción de Emilio Romero.

Es más, durante treinta años la poesía ensombreció a la narrativa y habría estado en esa condición si no emergía la figura de Luis Gallegos con su libro “Cuentos de Q’oñi Kucho”, publicado en Puno, a inicios de los ochentas y; en Lima, la aparición de Omar Aramayo con su obra “Antes de los mil días de la muerte que estuve bajo un árbol de diamantes y perfume”, editado en Lima, todavía en el año de 1971, un libro de cuentos de poco tiraje, que circuló en Lima de modo restringido y fue conocido en Puno sólo por cinco o diez privilegiados. Después de Gallegos aparecen Zelideth Chávez, Jorge Flórez-Áybar, Waldo Vera, Jovin Valdez, Omar Aramayo, José Luis Ayala (Quizá yo también podría integrar esta promoción). Eso es todo lo que los “Narradores de fin de siglo” tienen como predecesores.

Adrián Cáceres Ortega, con su libro “Desde un rincón de tu alma”, publicado en Sucre-Bolivia, el año 1999; Bladimiro Centeno, “Cuentos ganadores del Concurso Nacional Premio Municipalidad de Paucarpata”, Arequipa 1996; Édward Huamán Frisancho, “El beso de la muerte”, Juliaca 2002; Julia Chávez Pinazo, con un libro en preparación; Christian Reynoso, “Febrero lujuria”, novela publicada en Lima, el año 2007; Darwin Bedoya, finalista de un premio nacional auspiciado por Electro Puno y; Javier Núñez, con un libro de cuentos en actual edición, son los representantes de esta nueva hornada de escritores que van caminando con pie firme y con el propósito de lograr un lugar expectante en el consenso nacional de la narrativa peruana.

Se debe subrayar que la narrativa andina de fin de siglo es narrativa andina –-valga la repetición del vocablo-- en cuanto trasuntan nuestro tiempo y recrean historias acaecidas en nuestro ambiente. Los personajes representan a grupos humanos que sufren, viven y luchan por sobrevivir en una ciudad cada vez más cambiante donde lo urbano o citadino anula todo rastro y rostro indígenas. La narrativa andina está muy alejada del viejo indigenismo. El indio no es ya el protagonista principal de sus textos, sino, el hombre común y corriente de las ciudades, el que estudia en la universidad, el que trabaja en oficina, el que es vendedor ambulante o la mujer que baila y se torna promiscua en la Candelaria. Esto, tampoco, es un hallazgo nuevo; viene de la narrativa de Flórez- Áybar, Feliciano Padilla o Waldo Vera. Quizá lo novedoso sea la actitud irreverente del escritor frente a las acciones narradas, como sucede con la Fiesta de la Candelaria, donde Christian Reynoso usa catalejos “invertidos” para ver lo festivo y pecaminoso de la fiesta. Igualmente, se observa una fuerte irrupción de erotismo audaz y, otras veces, delicado, como en la prosa exquisita de Julia Chávez, que va haciendo progresos notables en cada cuento que nos presenta. Los ritmos, el tono y la atmósfera se encuentran bien utilizados, como por ejemplo, en ese cuento surrealista “El cangrejo” de Adrián Cáceres Ortega, quien ha logrado para Puno dos premios nacionales en la República de Bolivia.

Los trabajos narrativos de esta promoción de escritores se adecuan a la estructura del cuento propiamente dicho y la diferencian de la estructura del relato. El relato no es una especie menor ni cosa parecida. Tiene su encanto y es bello como cualquier texto literario. La diferencia con el cuento es que utiliza distinta organización formal. El cuento tiene una estructura distintiva y usa otros mecanismos que lo dinamizan y le permiten sostener la tensión hasta el último segundo. Veo en estos jóvenes un afán permanente de superación, lo cual me da seguridad de que llegarán lejos.

(...)